Gestión de la fecha de cuando va a suceder la muerte.
Para una persona sana en circunstancias normales la planificación de vida tiene un futuro abierto. Aun sabiendo de la finitud de la vida, es algo que se sitúa en un futuro lejano.
Con un diagnostico de enfermedad terminal esa fecha subjetiva cambia radicalmente y cobra sentido. Un enfermo terminal vive al momento, siente en muchos casos presión por aprovechar el tiempo que le queda de vida, aunque su situación física pueda estar comprometida por los dolores o efectos de los medicamentos y de la enfermedad en sí.
Muchos pacientes expresan que desearían tener menos dolores y más tiempo para realizar algunas de las cosas que les quedan pendiente.
Obviamente no hay ya planificación a largo plazo, probablemente ni tan siquiera a medio plazo. El paso del tiempo toma otra medida y lo que resulta muy desquiciante para el propio paciente como para sus familiares es la incertidumbre de no saber cuando llegará el final. En encuestas muchos familiares expresan que de lo que peor se gestiona al acompañar a un enfermo terminal es no tener una noción de cuanto va durar todo el proceso.
Es por ello que es recomendable escuchar y seguir el ritmo del propio paciente y mantener ese ritmo de ir día a día, paso a paso, momento a momento, ver como cada día es una nueva oportunidad para relacionarse, de la forma y manera que sea posible, con el enfermo.
Dado que si bien existen pronósticos ajustados desde el ámbito médico, éstos están basados en estadísticas y experiencias, y ambas tienen un espacio extremadamente amplio como para determinar con una exactitud, y mucho menos en casos individuales dado que la evolución de cada cuadro patológico tiene que ver muchos factores personales.
En ocasiones la celebración de fechas importantes cercanas, tales como la Navidad, unas bodas de oro, un cumpleaños, son tomadas como excusas por parte del paciente para enfocar su intención, sus ganas de mantenerse con vida para llegar a dicho evento. Esto puede tener una positiva reacción porque incita al paciente a tener un objetivo, a luchar por algo en unos momentos difíciles donde existen pocas motivaciones para conseguir avanzar en sus propios sueños o deseos. Pero a la vez conviene por parte del entorno no presionar para la consecución de dichas metas por ser aleatoriamente paralelas en la evolución de la enfermedad.
Aunque muchos pacientes consiguen un bello encuentro familiar si consiguen alcanzar dicha cita, lo que le convierte a un pequeño o gran éxito en una fase llena de momentos probablemente tristes o dolorosos.