El acompañamiento en la etapa de final de vida (física) realizado sintiendo y conectando con lo profundo que habita en nosotros y la persona que acompañamos, es una labor significativa y sublime.

Los temores propios impiden realizar el buen acompañamiento, por eso es bueno conocerlos, no negarlos sino reflexionar sobre su raíz en nosotros como acompañantes.

Queremos ayudar acompañando un “buen morir” desde lo mejor de nosotras mismas y esto requiere una labor de preparación. Esa tarea se basa en observar y tomar conciencia de nuestras creencias sobre el proceso de morir. Reflexionar sobre qué significado tiene realmente ese proceso o qué es realmente la muerte.

El cambio se produce cuando nos damos cuenta de que muchas creencias y tabúes sobre esta etapa tan significativa del ser humano, se basan en miedos a la pérdida de lo que creemos que somos y lo que creemos que son los demás.

Son miedos a la pérdida del aspecto más superficial y externo del ser humano: el cuerpo o la personalidad.

Existe una dimensión profunda y esencial en todas y todos los seres humanos, pero es necesario sentirla y conectar con ella. Entonces, podemos ir más allá de los miedos y vivir el acompañamiento con apertura y gratitud.