Afrontar el diagnóstico de una enfermedad de mal pronóstico puede ser muy duro. En el blog de este mes, Marisa de la Rica, relata la historia de Ricardo y su diagnóstico de cáncer de páncreas, donde aborda el miedo a la muerte, la sensación de enfrentarse a demasiada soledad y lo importante que es la gestión de este proceso para tratarlo como algo natural.
Demasiada soledad
Solo con la enfermedad, solo con el miedo, solo con el no futuro. Demasiadas soledades juntas.
Él, callado, me mira me descubre. Yo sigo callada, calma. Le pregunto: ¿Qué has hecho hoy?
Nos habían avisado de que era un domicilio complicado, de difícil manejo. Había tenido problemas con varios profesionales de la sanidad. En el último ingreso pidió el alta voluntaria. “No aguantaba más, nadie comprendía lo que estaba viviendo, me trataban como a un niño malcriado. ¡Iba a volverme loco!“
Hasta hace 1 mes regentaba una tienda de muebles. Viajaba por toda España visitando anticuarios. Continuando una saga familiar, de varias generaciones. “Quizás mi hijo siga el rastro, no sé, aún es joven…“
Ricardo tiene apenas 40 años y un recientemente diagnosticado cáncer de páncreas en progresión. Cuando le dijeron que no era candidato a tratamiento activo aguantó el tipo… “estoy acostumbrado a negociar, a recibir guantazos… ¡Pero al llegar a casa caí en la cuenta! Ya está, se acabó.“
Llora, solo. Su ex mujer aguanta las lágrimas, en segundo plano, lejos.
¿Por qué? No lo entiendo, esto no debería estar pasando. Me quedan tantas cosas por hacer… “Cuando lo pienso, creo que no tengo miedo a lo que hay tras la muerte… algo habrá. Lo que me duele es todo lo que dejo aquí… y, quizás, las cosas de las que no me he podido arrepentir ni alegrar porque no las he hecho, no las he vivido. Quedaba tanto… y ya no queda nada. “
Sigue solo. Mira hacia el haz de luz que entra por la ventana abierta. Miles de motas de polvo en suspensión. Soledad y silencio.
Tú que puedes, aprovecha hasta la última gota, no dejes de hacer lo que te pida el corazón. Y si puedes acompañarme, hazlo.
Cuando salgo a la calle me sacudo como los perros al salir del agua. Respiro profundo y me imagino un haz de luz, lleno de motas de polvo en suspensión, que entra por mi cabeza y sale por mis pies (bien asentados en el suelo) al tiempo que deja una estela de amor y paz en mi interior.
Marisa De la Rica
Enfermera de Cuidados Paliativos. Profesora Univ. de Zaragoza
Presidenta AECPAL y Vicepresidenta de SECPAL.