Colocar la habitación y sus elementos en base a los deseos del paciente. Lo fundamental es que él se sienta a gusto, no los demás, que son secundarios. El estilo decorativo lo tiene que pautar el paciente no su entorno.
Usar en la cama las sábanas preferidas del paciente.
Ponerse en el lugar del paciente y ver qué es lo que él ve desde su cama. ¿Es un entorno agradable? ¿triste? ¿una pared blanca y fría? ¿hay algún cuadro con una imagen agradable? ¿recuerdos sanos?
Muchos enfermos terminales agradecen una mirada al exterior amplia, hacia un patio, hacia la naturaleza. La mirada hacia un árbol, hacia lo cambiante de la naturaleza y del tiempo, genera cierta sensación de normalidad.
Si la sala cuenta con cortinas de color triste o desagradable y éstas no se pueden quitar, se pueden colocar encima pañuelos o telas de los colores favoritos del paciente.
En la mesilla de noche, que es el elemento más cercano al paciente, si éste lo desea, se pueden colocar fotos de sus seres más queridos o al menos de objetos que el paciente aprecie y le infundan confianza.
Consultar al paciente si por la noche desea estar solo o prefiere tener a alguien cerca. Aquí las necesidades son muy variadas, hay pacientes que agradecen esa fase de intimidad y descanso y otras que prefieren saber que en la misma habitación hay alguna persona de confianza todo el tiempo. En el primer caso es recomendable dormir en una habitación contigua, con las puertas abiertas para detectar cualquier llamada o necesidad, o incluso dorar al paciente de una pequeña campana o similar, para que pueda recurrir a demandar ayuda. En caso de preferir compartir espacio, es importante que sea diferenciado, que el acompañante puede descansar también, bien sea en una cama o en una silla adaptada, y que el paciente no perciba la sensación de que quien le está acompañando está incomodo.