Un proceso de muerte se puede dividir en cinco claras fases por las que el moribundo pasa. Éstas fases tienen una duración muy diferente y flexible, algunas pueden tratarse de minutos o incluso segundos, como en los casos de muerte súbita, pero también horas, días, incluso semanas. Aun así suelen suceder de forma rápida activa.
Estas cinco fases están orientadas a la disolución de la vitalidad del cuerpo humano, basado en los cinco elementos que la componen, tierra, agua, fuego, aire y espacio.
Disolución del elemento tierra
En esta primera fase se denota que el paciente está inquieto, quiere liberarse de las sábanas, quiere moverse, desnudarse, sentarse o ponerse de pie. Internamente tiene una sensación de que algo extremadamente duro le está sucediendo, que tiene que manejar una presión excesiva que le aplasta y tira para abajo, de ahí la necesidad de movimiento. Dado que en general le suele faltar la fuerza para sentarse o ponerse de pie, suele agitar con aspavientos los brazos y/o las piernas de forma desmedida, o hacer evidentes muecas con los gestos de la cara.
En muchas ocasiones la tendencia para paliar esta fase es la administrar medicación tranquilizante. Dado que en muchos casos los efectos son a corto plazo y de manera superficial, pero las agitaciones internas permanecen, puede, aunque no necesariamente, generar la sensación en el paciente de no sentirse comprendido, incluso abandonado.
Fase Elemento Tierra: ¿Qué hacer?
Apoyar la necesidad de movimiento, ayudándole a incorporarse, incluso ponerse de pie al lado de cama, o dar un par de pasos. Tener en cuenta que la fuerza del enfermo está mermada, es recomendable tener una silla cerca, para que pueda sentarse tras unos pocos pasos. Dado que ésta parte requiere cierta fuerza física por parte del acompañante, es importante poner atención a que no sea siempre la misma persona la que acompañe esta acción.
En esta fase el miedo lógico del personal que acompaña al enfermo es que se pueda caer, por lo que en muchos casos se usa la opción de levantar las barandillas que tienen muchas de las camas hospitalarias para proteger al paciente. Esta opción suele despertar dos reacciones diferenciadas, hay quien se siente protegido y seguro y quien se siente encerrado, encarcelado. Por lo tanto es importante, antes que nada, ver cual es la reacción del paciente en si, y manejar la opción intermedia que es proteger un lado de la cama con las rejillas y la otra dejarla libre, pero con material para acolchar una salida de la cama, tal como un pequeño colchón en el suelo, rebajar la altura de la cama para acolchar el supuesto golpe, etc..
Transmitir al paciente que las posibles sensaciones de presión que pueda sentir o incluso ver no tienen fuerza sobre él, que pasarán, que la presión se irá disolviendo.
Hablar con él con calma, con suavidad, pero con rotundidad y mucha claridad.
Recordarle al paciente elementos que en el pasado le hayan aportado seguridad, tales como la familia, su religión, su cariño, las amistades, etc.. recordad valores profundos.
Incluso se le puede aliviar en cierta medida en ese estado con algún elemento disonantemente poético como la lectura de algún párrafo o poema que le aporte sostén y un marco de confianza.
Disolución del elemento Agua
Cuando esta segunda fase comienza, el paciente suele permanecer tumbado, casi sin movimiento en la cama. Es probable que tenga pérdidas incontroladas de líquido por la boca, nariz u ojos. En los pulmones se suele acumular gran cantidad de líquido, en los bronquios esa sustancia se suele convertir en secreción. A muchos pacientes esta fase les cuesta, dado que según el tipo de enfermedad que esté viviendo, les puede costar toser y expulsar las secreciones.
En ocasiones asocian esta fase con la sensación de estar sumergidos en agua o con miedo a ahogarse en sí mismo. Lo que a su vez puede conllevar posibles alucinaciones, incluso olores propios de dichas expulsiones, con ganas excesivas de soltar líquido, de ir al baño.
Elemento Agua: ¿Qué hacer?
Aunque pueda parecer que está ausente, continuar hablando con el paciente, de forma atenta, calmada y compasiva, es muy probable que internamente perciba mucho de los mensajes que se le envían en esta fase.
Transmitirle al paciente la sensación de calma, de que sus miedos a morir ahogado son infundados, sino que es más bien parte de esta fase del proceso de muerte.
Encargarse de que los líquidos que fluyan sean recogidos para que el paciente no esté envuelto en sus propios líquidos, tanto por higiene como por dignidad de la situación en la cama.
Disolución elemento Fuego
En esta tercera fase el paciente suele emitir un grado corporal más caliente, con más sudoración. Puede ser incluso que la piel esté fría, pero aun así emane pequeñas gotas de sudor, en prácticamente todo el cuerpo, desde la cara al resto del cuerpo.
El paciente suele estar aparentemente tranquilo en ésta fase, aunque al igual que en fases anteriores se trata solo de síntomas externos, dado que el proceso de disolución de las constantes vitales está completamente en funcionamiento. En esta fase muchos pacientes expresan una gran cantidad de calor, que en realidad no está asociada con la realidad, porque el cuerpo no está manteniendo la misma temperatura corporal que la que subjetivamente experimenta el paciente.
Disolución del elemento Fuego ¿Qué hacer?
Si el paciente tiene la natural tendencia a quitarse las mantas de la cama, ayudarle con colocárselas de tal forma que no sienta que le está dando demasiado calor, o incluso sustituirlas por sábanas más finas y frescas.
Limpiar las gotas de sudor del cuerpo, especialmente de la frente y cara, y colocarle un paño húmedo con agua fresca en la frente.
Hablar con el paciente acerca de momentos o episodios agradables de su pasado, de momentos que fueron importantes para él.
Disolución del elemento Aire
En esta cuarta fase el proceso está ya muy avanzado, por lo que el cuerpo y sobre todo la respiración ya son muy débiles. La inspiración cuesta claramente mucho más que la expiración. A menudo hay fases de apnea, de parada respiratoria entre las inspiraciones y las expiraciones. Esto es debido en general a que el paciente está tan debilitado que le cuesta hasta la acción de inspirar aire. En esta fase se suele cortar el vínculo y la percepción con el mundo exterior. En muchos casos incluso la mirada se desvía hacia un punto elevado por encima de la cabeza.
Disolución del elemento Aire ¿Qué hacer?
En esta fase es ya prácticamente muy complicado hacer activamente algo más allá de mantener la presencia. Esta percepción de presencia puede todavía ser percibida por el paciente, aunque su conciencia ya está muy encaminada hacia el final de las constantes vitales, muy cerca de la muerte.
Hablar con el paciente con mucha calma, presencia, tranquilidad e incluso con lentitud, inspirando confianza a la hora de soltar completamente sus cuerpo, a dejar ir.
En ocasiones es de enorme ayuda transmitirle que lo que deja en esta tierra está asegurado, está bien, que puede irse tranquilo, que su entorno familiar y emocional está en calma.
Disolución del elemento Espacio
Ésta es la quinta y última fase del proceso de morir. El paciente respira sus últimas inhalaciones. El corazón se para. La muerte ha llegado.
Y aún así es probable que para los familiares o presentes en la sala el paciente no haya ido aún. Personas que han estado muy unidas al paciente experimentan aun claramente su presencia. Las constantes vitales ya han parado, pero parece percibirse algo del cuerpo emocional o mental del fallecido.
El cuerpo todavía puede ser manejado, cuidado, limpiado, peinado, incluso colocado su ropa favorita, bien sea por un cuidador profesional o por los familiares si se sienten capaces.
Es una fase hermosa de silencio, de escucha, de reflexión, de interiorización, de despida interior, de una comunicación que va más allá de las palabras.
Para favorecer esta despedida en fases es interesante valorar la posibilidad de generar un velatorio donde permitir a todos los implicados observar y expresar la despedida interior del ser que ha partido. En caso de fallecer en hospitales, muchos servicios funerarios se da la oportunidad de estos velatorios, y están habituados a generar con mimo estos espacios. En caso de que fallezca en casa, la legislación vigente sobre las horas que el cuerpo puede reposar en el hogar, varía de lugar en lugar, por lo que hay que avisar a las autoridades competentes, asesorarse y evaluar la mejor opción para la familia y el fallecido.