Cuando una persona entra en la etapa final del proceso de morir, se encuentra sometida a dos dinámicas íntimamente relacionadas.
En el plano físico, el cuerpo comienza un proceso, en el que se van apagando todas la funciones y que acabará con su extinción.
Estos cambios físicos son normales y son la manera natural por la cual, el cuerpo, se prepara para dejar de funcionar. La forma más apropiada de aproximarse a esta etapa, es con respeto a este proceso, intentando mantener la comodidad y procurando medidas orientadas al alivio, confort y bienestar.
La otra dinámica que interviene en el proceso de la muerte, se desarrolla en el plano mental, emocional y espiritual y, su desarrollo, es diferente.
La conciencia de la persona comienza el proceso final de desapego o desinterés por el propio cuerpo y por sus condiciones sociales. Este desapego se facilita cuando se está en paz con la propia historia de vida, se han resuelto aquellos aspectos pendientes, a veces de carácter práctico y finalmente se puede obtener el “permiso” de las personas queridas para dar el paso final, morir.
Estos acontecimientos, son la forma normal y natural por la cual la conciencia se prepara para abandonar esta vida.