San Juan de Dios, 25 años de la Unidad de Paliativos.
Estas son historias para no llorar. Lecciones de humanidad de profesionales volcados en cuerpo y alma en el cuidado de la vida. De un cuarto de siglo de servicio al prójimo en mayúsculas. Y eso que abordan un tema tabú;la muerte. Jacinto Bátiz, director del Instituto para Cuidar Mejor del Hospital San Juan de Dios de Santurtzi y responsable de la Unidad de Cuidados Paliativos hasta su jubilación lo tiene claro: “Desde nuestros inicios, hace 25 años, comprendimos que ante el enfermo con enfermedad en fase terminal nuestra misión era cuidarle en vez de curarle, así como aliviar su sufrimiento y acompañar a su familia”. En esta Unidad de Paliativos, concertada con Osakidetza, hay en este momento quince personas, pero en sus 25 años de vida, ha atendido a 10.000 ciudadanos vascos, 4.000 de ellos en casa.
“Como culturalmente la muerte es tabú, parece cuestionable que un médico se dedique a contribuir y acompañar en un proceso que antes era considerado un fracaso de la medicina. Pero poder atender a una persona en la última etapa de su vida, ser testigo de su experiencia vital, de su legado y de ese cierre biográfico es una experiencia enormemente gratificante. Es un auténtico regalo que esa persona nos dé permiso para participar de esa experiencia”. Quien así habla es Julio Gómez, jefe clínico de esta unidad del hospital San Juan de Dios, uno de los referentes en medicina paliativa, así como en su doctrina ética en el final de la vida.
Todo el equipo que trabaja en el servicio ha encontrado allí su lugar en el mundo. Y ha conseguido que la muerte les enseñe a vivir. “Yo creo que este trabajo tiene dos riesgos laborales, uno es quemarse y el otro es engancharse. Y yo estoy irremediablemente enganchado”, dice Gómez que llegó a San Juan de Dios hace 17 años. “Cuando me interrogué sobre cuál sería mi lugar después de vivir cuatro años y medio en Ecuador, lo tuve claro. Al volver a esta Europa poderosa, vi que mi sitio era atender a estas personas”, declara sin asomo de duda.
BUSCAR UN MOTIVO Al igual que Bátiz o Gómez, también Iñigo Santisteban, Inés Becerra, Vanesa Machado o Elena Santos son héroes y heroínas anónimos adictos a este trabajo. “Es increíble que personas a las que no conoces te hagan partícipe de esos momentos de tanta fragilidad y tanta vulnerabilidad y que depositen en ti su confianza para trasladar sus historias de vida, sus contradicciones, sus dudas y sus temores”, asegura el psicólogo Iñigo Santisteban. “Es verdad que en demasiadas ocasiones, el final de la vida no tiene un cierre idílico ni feliz, pero el hecho de estar a su lado, acompañando y que depositen su historia en ti es una de las razones para estar apoyándoles”, argumenta.
Conscientes de que a veces dejan en el hospital verdaderos dramas, no siempre son capaces de dormir con tranquilidad, “pero lo importante es buscar un motivo por el que tenga sentido venir a trabajar y siempre lo hay”, declara Santisteban. Bátiz refrenda esas palabras. “Unos días resulta más difícil que otros por determinadas circunstancias y cuesta más pero siempre vas a trabajar porque hay alguien que necesita que hagamos algo por él”, sentencia.
En este hospital hay llantos, risas, silencios, miedo… Pero se vive. Por eso ninguno de estos profesionales se ha planteado nunca tirar la toalla. “Hay días que lloras porque conectas. Hay casos que te tocan más por determinadas vivencias. Y hay días malos que hemos llorado con ellos. Sí, es verdad. Se van, pero las familias vuelven a decirnos gracias y ves que el trabajo está bien hecho, por eso compensa personal y profesionalmente”, dice la enfermera Elena Santos que cuando en su día, “me dijeron para formarme más en Paliativos, tuve que coger aire. ¡¡¡Yo, en Paliativos!!! Y bueno, fue duro pero aquí estamos intentando hacerlo un poquito mejor cada día”. Y es que los cuidados de enfermería son determinantes. Cuidar a alguien en esta situación depende a veces de los pequeños detalles y de las atenciones que proporcionan estas personas hechas de una pasta especial.
SUPERCUIDADORAS Muchas veces Santos se ve obligada a recurrir a la ayuda experta de la asistente social Vanesa Machado o de Inés Becerra porque se proporciona una atención integral al enfermo y a su familia para satisfacer sus necesidades físicas, emocionales, sociales y espirituales. “Trabajamos en equipo. La situación en cada habitación es distinta. A veces no hay familia y entonces se ponen en contacto conmigo porque estoy en coordinación con el voluntariado para que les atiendan. En otras ocasiones, las personas dejan para el final ciertos asuntos y no tienen resueltos sus temas económicos o la situación de pareja o el testamento y son cosas que preocupan mucho al enfermo. Son actuaciones que requieren rapidez porque estamos asistiendo a los últimos momentos de la vida de esa persona”, indica Machado.
En la recta final es importante la atención espiritual y ahí interviene Inés Becerra. “Ante esta experiencia que te pone todo patas arriba nos planteamos cosas, tenemos inquietudes y se necesita poder hablar de eso con alguien. Se trata de estar bien con uno mismo, reconciliarse con los demás y ser capaz de darse cuenta de cuáles son los pilares de la vida de cada uno. Yo creo que eso es decisivo para llegar a morir en paz”, señala Becerra.
Las despedidas son inevitables pero crean uniones eternas. “El otro día me dijo una señora: ¡Qué duro estar todo el día despidiéndose de gente!Y yo le dije: Sí, pero sé que cada vez que vaya a Bermeo tengo una amiga. Porque no solo me despido de alguien, sino que creo relaciones con montones de familias en muchísimos lugares de Bizkaia”, afirma Julio Gómez. Y la recompensa es total. “Yo creo que el máximo agradecimiento es que confíen en extraños para cuidar a su ser querido y delegan en nosotros los cuidados esenciales que necesitan, a la vez que comparten sus dudas y sus miedos”, corrobora Santisteban.
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