Establecer un plan diario y semanal acerca de quien está con el enfermo terminal, para evitar así la sobre saturación y falta de descanso de alguno de los familiares, generalmente los más cercanos, que descompensadamente acaparan mucho de las acciones protagonistas del acompañamiento.
Vigilar que haya un equilibro en el tiempo y dedicación de cada uno de los acompañantes implicados con el acompañamiento, para que nadie tenga que establecer excesos en el tiempo y el trabajo que requiere un acompañamiento.
Respetar que cada acompañante reacciona de forma diferente y personal ante el acompañamiento.
Respetar los propios límites. Cuando uno se vuelca en exceso en el cuidado del paciente, puede perder fuelle y capacidad para continuar con el acompañamiento. Si existen acciones con las que no se siente cómodo tales como lavado, cambio de ropa, etc, respetárselo a uno mismo y pedir ayuda externa.
Aprender a delegar. No sentirse fundamental ni irremplazable, aunque sea el ser más cercano al paciente, permitir que también otros se acerquen al mismo y cumplan cometidos importantes para ambas partes.
Encargarse del descanso propio, de dormir y comer lo fundamental para que el descanso sea productivo y pueda asimilar gran parte de lo que está sucediendo.
Evitar acompañar al paciente como única persona de referencia, tras pocos días aparece un lógico cansancio y para evitar la previsible extenuación, es fundamental compartir los espacios de cuidado.
Si es posible, organizar un servicio de atención sanitaria para tener más espacio y tiempo a otro tipo de relación más intima con el paciente. Generalmente ocuparse de ambos ámbitos, la relación de cercanía y la sanitaria conduce a la saturación y el cansancio.
De encargarse de parte de la atención sanitaria y la higiene, vigilar los propios límites. Hay acciones que son más fáciles de realizar que otras, unas más afrontables que otras. No es necesario confrontar a alguien a lavar zonas íntimas del paciente si siente algún tipo de aversión a ello.
Canalizar las visitas. En muchas ocasiones los familiares y amigos evitan visitar al paciente en ese estado tan especial, pero en otros existe una necesidad de visita, de verle, de estar al pie de cama. Es importante aquí controlar el flujo de visitas para que sean cortas, con poca gente a la vez y no cansen ni interrumpan el proceso del paciente. En muchas ocasiones lo que precisa es descanso y no se atreve a expresarlo. Por lo tanto las visitas están bien aceptadas en la mayoría de los casos, pero con discreción, no muy largas y con poca gente a la vez en la misma sala.
Es importarte consultarle al paciente sus deseos al respecto de las visitas y respetar ese espacio. Si el paciente ya no está en posición de expresarse tratar de estimular sus sensaciones con la estimulación basal para al menos obtener una mínima respuesta.
Respetar si hay que personas que se resisten a visitar al enfermo en esos últimos días. Hay personas que independientemente del grado de cariño que le tienen al enfermo, tiene resistencias a ver a un ser enfermo, más en fase terminal y más si es un ser querido. En muchas ocasiones la visita es un reto al que no hay que obligar ni hacer sentir mal si no se llega a dar. Para el propio paciente no es muy agradable ni aliviador recibir visitas que generen un estado de miedo, asco o repulsa. Aun así quien quiera visitar al paciente y entra en los parámetros de tiempo y espacio será probablemente bienvenido, también con sus propios miedos.
Material creado por: Raúl Vincenzo Giglio